En el Credo confesamos nuestra fe en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Pero, en la práctica, la mayor parte de los creyentes tiene una fe . Nunca han descubierto el corazón del Padre. Y quien no conoce al Padre tampoco conoce al Hijo y, aún menos, al Espíritu Santo, lazo de amor del Padre y el Hijo. Creen en Dios y le invocan " Dios mío!", pero se dirigen a un ser impersonal, abstracto, lejano. El Concilio Vaticano II, como respuesta al ateísmo, ha querido ofrecer al mundo el verdadero rostro de Dios. Por ello ha hablado de la , que eleva a los hombres a la dignidad de la persona humana. A todos los elegidos desde la eternidad, el Padre los conoció de antemano y los predestinó a ser conformes con la imagen de su Hijo, para que éste sea el primogénito entre muchos hermanos."Orar al Padre es entrar en el misterio, tal como Él es, y tal como el Hijo nos lo ha revelado" Deista paternidad divina [CEC 2770].