¿Qué es lo que convierte a una persona en religiosa? El Evangelio tiene una respuesta clara y precisa a esta pregunta. Jesús mismo respondió a ella cuando un escriba le preguntó: “¿qué hay que hacer para heredar la vida eterna?” (Lc 10, 25). El escriba (un equivalente a lo que hoy podríamos llamar ‘un especialista en religión’), como muchos de nosotros todavía, seguramente pensaba que para ser considerado una persona religiosa había que multiplicar los esfuerzos, los méritos y las buenas obras. De ninguna manera aquella pregunta del escriba expresaba el deseo de abrirse a nuevos horizontes de sentido, sino la necesidad de confirmar una imagen de sí mismo en la que se vive protegido contra toda incertidumbre.